Todas las cifras resultan excesivas en el repaso de la trayectoria deportiva de Gianluigi Buffon, del que diversos medios de comunicación italianos anuncian su inminente retirada cuando va camino de cumplir los 46 años. Más allá de los números, de las diez Ligas ganadas con la Juventus, los cinco Mundiales disputados, el triunfo en el de Alemania en 2006 o de las tres finales de Champions en las que no pudo alzar la orejona, resta la persona, la que al final de la pasada temporada lloraba sobre el césped del Ennio Tardini, frustrado porque el Parma, el club en el que había iniciado su carrera profesional, había quedado eliminado por el Cagliari en el playoff de ascenso a la Serie A. Al descanso del partido de ida el Parma mandaba por dos goles. Fue entonces cuando Buffon tuvo que pedir el cambio por una lesión muscular. El Cagliari marcó tres goles para remontar y en el duelo de vuelta los hizo valer.
El último sueño de Supermán no se había cumplido. Le llamaban así porque mostró una camiseta del superhéroe tras acabar un partido en el que le detuvo un penalti a Ronaldo en el Ennio Tardini. Entonces el ariete brasileño era Balón de Oro y Buffon un meritorio de 20 años que dejó Parma en 2001 después de que la Juventus abonase la tarifa más elevada hasta entonces por un guardameta: algo más de 50 millones de euros para minimizar una oferta del Barcelona. Le salió barato a la signora, amortizado el meta durante veinte años en los que apenas puso la cuña de la interrupción de una campaña en la que Buffon salió al París Saint-Germain. Fue allí a buscar la Champions que le faltaba y que no llegó a su encuentro. El Manchester United eliminó a los parisinos tras una inverosímil remontada en el Parque de los Príncipes. “Creímos que iba a ser un trámite y nos dejamos llevar. En el ambiente faltaba la actitud que tenía la Juve, las ganas de luchar que tenía, por ejemplo, Chiellini”, explicó después. Todavía le duele. Poco después le dijeron que la siguiente Champions la iba a jugar Areola como titular y decidió marcharse. “Fue el mayor error de mi vida. Me dijeron eso y no lo acepté. Luego Areola se lesionó y ficharon a Keylor Navas”.
“Soy competitivo. No quiero que me consideren un suplente”, explicó Buffon hasta el final. Antes de verse así cuelga los guantes. Se los puso fascinado, cuando apenas era un niño y veía por televisión el Mundial de 1990, por la clase de Tommy N´Kono, su primer ídolo, tanto como para llamarle Louis Thomas a su primogénito. “Gracias a él me hice portero”, reseñó en una entrañable visita que el exmeta camerunés del Espanyol le hizo hace un par de años a la ciudad deportiva del Parma. Buffon había cumplido el sueño de conocerle en 1999, cuando N’Kono, sabedor de su afecto, le invitó al partido de su retirada en Yaoundé. Ahora llega la suya. Con 45 años fue titular en el Parma para pelear por regresar a la máxima categoría. Le quedaba un año de contrato, pero tiene sobre la mesa una oferta de la federación italiana para convertirse en el sucesor en la selección del fallecido Gianluca Vialli que ejercía en el combinado que dirige Roberto Mancini como capodelegazione, una especie de jefe espiritual del grupo. Nadie ha defendido tantas veces ese escudo como él: 176 veces internacional, cuarenta más que Cannavaro, cincuenta por encima de Maldini. Quizás esa es la comparación que mejor detalla una grandeza cincelada en 28 años de trayectoria profesional.
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