Parecía que sería, una vez más, el cuento de nunca acabar, que se repetiría la frase de que jugó como nunca y perdió como siempre. Reminiscencias de las dos últimas descabalgadas de España en las grandes citas, en el Mundial 2019 ante Estados Unidos y en la Eurocopa 2022 frente a Inglaterra, donde pusieron el fútbol pero no la victoria. Resultó, sin embargo, que Mariona primero y Salma en la segunda parte de la prórroga rebatieron a Michael Ende y su Historia Interminable, estiletes de una España que jugó y venció a la española, el triunfo que reescribe su historia.
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Cata Coll, Irene Paredes, Ona Batlle, Oihane Hernández, Laia Codina, Teresa Abelleira, Aitana Bonmatí, Jenni Hermoso, Mariona Caldentey, Esther González y Alba Redondo
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Daphne van Domselaar, Dominique Janssen, Stefanie van der Gragt, Sherida Spitse, Victoria Pelova, Jill Roord, Jackie Groenen, Esmee Brugts, Damaris Egurrola, Lineth Beerensteyn y Lieke Martens
Goles 1-0 min. 80: Mariona Caldentey. 1-1 min. 91: Stefanie van der Gragt. 2-1 min. 111: Salma Paralluelo.
Árbitro Stéphanie Frappart
Tarjetas amarillas Oihane Hernández (min. 35) y Damaris Egurrola (min. 60)
Decidió Vilda dar continuidad a la revolución, un equipo calcado al que abrasó a Suiza en cuartos con la excepción de la entrada de Mariona por Salma, una extremo con menos desborde y recorrido, aunque con más brega y facilidad para guardar la pelota ante el cuadrado que formaban las tulipanes en el centro. También fue un acierto mayúsculo porque la futbolista interpretó como nadie los espacios y el duelo, ya que la propuesta neerlandesa, que acumulaba jugadoras por dentro, exigía tocar de forma displicente y precisa, esa que defiende La Roja porque se prefiere el pase a la carrera y el toque al físico, toda vez que las menudas o enjutas deben soltar el balón antes que recibir la tarascada. Y como el pie prevaleció, España se significó.
Si bien le costaba conjugar el balón desde atrás, atorada ante el acoso avanzado rival, a la que rompía la línea llegaba con igualdad de piezas al campo contrario. Edén para Mariona, que relató su juego con carreras y centros, con fútbol superdotado. En una de esas, encontró a Esther para que trazara una pared con Jenni y quedarse sola ante Van Domselaar. Pero entre chutar o pasar, tartamudeo de pies, eligió el camino intermedio y la ocasión se quedó en agua de borrajas. Aunque latía España por la izquierda, Mariona al cuadrado, más profunda que en otras ocasiones, toma centro para una Alba Redondo que, tras una diagonal, lo atacó con la cabeza; remate que la portera desvió con la manopla, balón al palo. En el rechazo, forzada y con su pierna mala (la derecha), Alba volvió a probar fortuna, a llevarse una cachetada de infortunio porque el poste, puñetero, volvió a escupir el esférico hacia fuera.
No replicaba demasiado Holanda, acaso con las carreras de Lineth Bolt Beerensteyn, desnortadas todas en cualquier caso por la escasez de balón entre los pies, solo acentuadas con un acoso avanzado que sí hacía tiritar en ocasiones a España, temblores de responsabilidad y presión. Como ese pase-piedra atrás a Cata que en vez de tirarla a la Conchinchina trató de poner en juego, bola para el rival que bien podría haber hecho diana, al final jugada anulada porque la pelota había salido por el fondo. O un brazo arriba de Laia Codina en un saque de esquina que casi toca el esférico… Pero poco más porque La Roja amasaba la redonda y porque el duelo se jugaba al otro lado de la red, donde Jenni y Aitana hacían de quarterbacks, donde Esther y Mariona probaban el disparo de media distancia. Quedaba más, efervescencia roja, espectáculo de Mariona, que con un control a la media vuelta saltó otra línea de presión y puso un nuevo centro para Alba, que le pegó con el interior y mal, pero al menos para una Esther que le puso el lazo para enviarla a la red. Era gol, pero no valió, fuera de juego descifrado por el VAR. Muchas ocasiones para ningún gol, eco de la manida frase del que perdona lo paga.
Todo empezó como acabó tras el entreacto, recorte de Esther –una pequeña giganta que se peleó con el mundo para estirar el campo y generar espacios– y latigazo, bola que le hizo cosquillas al poste por fuera. Más de lo mismo y todavía menos de Países Bajos, que seguía sin encontrar a Jill Roord (acabó sustituida) ni a Martens, inopia total, penalizada porque España no bajaba de revoluciones, porque se llevaba todas las segundas jugadas. Aunque Holanda mantenía su picante, las carreras hipersónicas de Beerensteyn, susto morrocotudo el suyo porque ganó la carrera a las centrales y porque al notar contacto por detrás de Paredes, se tiró en el área para provocar penalti. El VAR, de nuevo, desacreditó al silbato, sigan, sigan, pues Paredes metió el cuerpo con la posición ganada. Entendió entonces Holanda que su fútbol debía configurarse con desplazamientos largos y a la espalda de la defensa rival, balones que, sin embargo, desactivaba Cata Coll con sus pies y sangre fría. Suficiente para recobrar la pelota y la iniciativa, para gobernar otra vez en el centro del campo.
Y ya con Salma en el terreno, piernas para que te quiero, La Roja puso una marcha más, quiebros y sprints, también un centro que se convirtió en veneno porque Van der Gragt puso la mano y la inconsciencia, un penalti que no vio la colegiada pero sí el VAR porque la extremidad estaba dentro del área. Mariona, en combustión, le pidió la bola a Jenni –falló una ante Costa Rica– y retó a Van Domselaar. Chut con la derecha cruzado y raso, al palo y a la red, la rebelión de España. O casi.
Más que nada porque Holanda adelantó las líneas y España, un tanto timorata, decidió retrasar las suyas, al tiempo que Vilda optó por el músculo –Irene Guerrero por Aitana– antes que por el control. Pérdida de la iniciativa para amarrar el resultado, pérdida del rumbo. Jauja para Holanda, siempre física y que corría que se las pelaba, balones profundos que hacían más que pupa a la defensa contraria. Tanto, que llegaron las ocasiones tulipanes, una de Beerensteyn, otra de Snoeljs y, una más, la definitiva, de Van der Gragt, ruptura desde atrás y definición estupenda: empate en el tiempo añadido. Volvían a aparecer los fantasmas de España, unas pesadillas ya vividas, prórroga a la vista.
Sin tantas piernas ni oxígeno, España pretendió entonces jugar a lo que sabe, fútbol que descascarillaba a una Holanda más completa en lo físico. Vilda, además, apostó por lo conocido, por volver a las raíces, por poner a Alexia para salvaguardar la pelota y catapultarla, también para acelerarla en las zonas calientes con Eva Navarro. Y un centro suyo bien valió el remate de Jenni y la estirada de Van Domselaar. España volvía a jugar, a sonreír. Pero Beerensteyn tenía más gasolina, más carreras por ofrecer, como esa que le plantó ante Cata, buena ocasión y mala definición. ¡Holland, Holland!”, reverberaba el estadio. Oídos sordos de Salma, que, atleta por vocación y futbolista por devoción, mezcló sus pasiones para hacer de Speedy Gonsalez, para recibir el balón a la carrera, inventarse un regate y soltar el disparo cruzado, de nuevo al poste aunque, esta vez sí, adentro. Así, España se estrenará en una semifinal del Mundial. Gracias al juego coral, gracias a Mariona de España y gracias a una Salma con capa.
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