La mañana del jueves se llena de opiniones, artículos y expresiones sobre el fútbol y su futuro después de conocerse que la justicia europea haya fallado (este verbo en este uso siempre me lleva a confusión acostumbrado yo a que fallo sea sinónimo de gol…o igual es que es eso) que FIFA y UEFA violan la ley comunitaria con el veto a la SuperLiga. Muchos amig@s me preguntan sobre lo que eso va a significar sobre el futuro del futbol y, la verdad, no sé muy bien qué responderles aunque a todos les he dicho lo mismo: “Creo que lo que está claro es que Real Madrid y FC Barcelona, bueno sus presidentes Florentino Pérez y Joan Laporta, deben estar de enhorabuena ya que han ganado un partido que muchos les daban por perdido. Y eso es algo muy reseñable cuando todo el mundo salió corriendo de aquella primera intentona de SuperLiga”.
Un partido decisivo, una eliminatoria clave, tal vez, un momento para la historia como aquel de Bosman y la revolución en cuanto a movilidad del jugador europeo dentro de la UE.
A partir de ahí, mi catalejo no me da muchas mas pistas, aunque solo habrá que ver como van reaccionando los que abandonaron aquella comunidad de intereses, no sé cuanto les afecta a los clubes ingleses al ser una decisión europea, y de ahí tal vez podamos ir sacando nuevas conclusiones pero lo que creo que queda muy claro es que el tiempo de las competiciones del fútbol se van a medir en un antes y después de este 21 de diciembre 2023.
Ya ven, esto es lo que el presente y futuro nos traen en su cesta de Navidad, algo que tiene que ver con el cambio, su energía y su luz pero también con sus dudas y sus sombras. O con aquellas preguntas difíciles que habrá que resolver en esos nuevos tiempos. Bueno, más que preguntas difíciles serán sus respuestas las que van a ser difíciles y sobre todo quién o quiénes van a pagar toda esa novedad.
La experiencia nos dice que habrá que ir tomando medidas para el casco, pero para qué sirve la experiencia en estos nuevos tiempos y nuevos paradigmas del fútbol, me pregunto yo.
Porque yo lo tenía muy claro cuando el pasado sábado contemplaba la espalda en bronce negro de ese portero identificado con el 1. Por su porte, ese porte que me llevaba a verle en acción copiando sus gestos, sus pasos, su forma de mandar, su manera de estar siempre en el lugar correcto entre el balón y su portería, esa sensación de que detrás suyo estas seguro, de que nada malo te puede ocurrir porque esas manos poderosas detendrán cualquier balón peligroso, cualquier iniciativa del rival terminara en nada, solo susto, y que ya el balón corre raudo en nuestra jugada de contraataque. Sí, lo sé, lo presiento, esa escultura poderosa de Iribar bien equilibrado, sereno, con la pelota en sus manos y la mirada lejana va a ser uno de los puntos más instagrameados, con San Mamés a su espalda, de todo Bilbao.
Yo mismo ya me hice un par de fotos para mandar a familia y amigos pero siento que el lugar bueno para situarse es a su espalda, con la mirada puesta en todos esos aficionados que enfilan la calle Pozas rumbo a La Catedral, en esa espalda que nos dice que no nos preocupemos, que él se encarga de todo lo difícil para que nosotros disfrutemos del partido.
Y que mientras todo gira y cambia, él, Iribar, se constituye en esa boya a la que agarrarse en tiempos de tribulaciones y también es el firme punto de apoyo, Iribar siempre fue un discreto atrevido, desde el que mirar, retar y seguir moviendo el mundo.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Oferta especial por tiempo limitado
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_