El camino para muchas protestas estudiantiles contra la guerra en Gaza ha llegado a una bifurcación: o son sofocadas a la fuerza o tienen un final consensuado. Mientras que la Universidad de Columbia en Nueva York, uno de los principales escenarios de las protestas en el mundo, optó por la vía forzosa —desalojó el campus tras días de represión policial y canceló su ceremonia de graduación—, otras instituciones han tomado la vía pacífica para poner fin a las acampadas. Entre las principales reivindicaciones que repiten los manifestantes propalestinos para acabar con las movilizaciones están la retirada de inversiones en empresas ligadas a Israel y dar más apoyo al sector educativo en los territorios ocupados. Algunos de los centros donde se han registrado movilizaciones han ofrecido tímidas concesiones para apagarlas.
Una de las últimas en llegar a un acuerdo con los estudiantes ha sido el Trinity College de Dublín. La universidad emitió un comunicado este miércoles en el que se compromete a retirar sus inversiones de las empresas israelíes que estén en la lista negra de la ONU que tengan actividad en los territorios palestinos ocupados, tras cinco días de campamento. También dice que “hará más” para facilitar el acceso a la universidad de los alumnos gazatíes. “Comprendemos perfectamente el motivo de la acampada en nuestro campus y nos solidarizamos con los estudiantes en nuestro horror por lo que está ocurriendo en Gaza”, asegura el boletín.
Medios locales informan de que el cierre del campus, ubicado en el corazón de la capital irlandesa, le costó a la universidad una pérdida de ingresos estimada en 350.000 euros, principalmente por el cierre de la exhibición del libro de Kells, un antiguo manuscrito celta, que recibe cientos de miles de visitantes al año.
El Trinity College ha seguido la senda de la Universidad de Brown que, al igual que Columbia, forma parte de la prestigiosa Ivy League en Estados Unidos. El pasado 30 de abril, Brown anunció que permitiría a cinco estudiantes presentar sus argumentos a favor de la desinversión en “empresas que facilitan la ocupación israelí del territorio palestino”. Aunque la junta no votará esa propuesta hasta octubre, fue suficiente para llegar a un acuerdo y poner fin a las acampadas. Además, se pactó que ninguna persona relacionada con las protestas se enfrentaría a sanciones como la suspensión o la expulsión. A consensos similares han llegado otras universidades estadounidenses, como Northwestern, Minnesota, Rutgers o Riverside.
En España, la Conferencia de Rectores (CRUE), que reúne a 77 universidades públicas y privadas —en varias de las cuales se han instalado campamentos durante los últimos días— revisará “los acuerdos de colaboración con universidades y centros de investigación israelíes que no hayan expresado un firme compromiso con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario”. La chispa, que se encendió en EE UU y se ha propagado por Europa, también ha prendido en ciudades españolas como Madrid, Barcelona o Valencia. La CRUE dice que hace suyo “el sentir de los campus y la reivindicación que desde ellos se está extendiendo para que, desde distintas instancias, se adopten medidas que pongan freno a la escalada de violencia”. Los estudiantes españoles, sin embargo, han decidido seguir con las acampadas, al considerar que no ven “una respuesta” a sus reivindicaciones.
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El dilema de las universidades
La petición principal de los estudiantes se resume en una palabra: Divest [desinvertir en empresas israelíes]. En principio, las movilizaciones pedían el recorte de las contribuciones a empresas de defensa, pero conforme continúan los campamentos, las exigencias van a más. El sentimiento lo resume una alumna de la británica Universidad de Oxford en una entrevista para la cadena Al Jazeera, cuyas palabras se hicieron virales en la red social X: “En estos momentos, los estudiantes no tienen conocimiento del destino de su dinero cuando pagan la matrícula. Queremos saber adónde va todo el dinero. Luego, con ese conocimiento queremos lograr la desinversión total de todas las empresas de fabricación de armas. […] Deberíamos estar aprendiendo y contribuyendo a la educación, no a los conflictos internacionales”.
Pero además de la falta de transparencia de las finanzas en distintas universidades —Oxford, por ejemplo, admite donaciones anónimas— varios recintos académicos descartan poner fin a la cooperación con organizaciones vinculadas a Israel ante el temor de perder el apoyo económico de importantes donantes de origen judío. Robert Kraft, dueño del equipo de fútbol americano New England Patriots y uno de los grandes contribuyentes de Columbia, dijo que no se sentía “cómodo apoyando a la universidad hasta que se tomen medidas correctivas”. A los pocos días, y ante la ocupación de los manifestantes de un edificio del campus, el rectorado permitió la entrada de la policía para sofocar la movilización.
Los lazos económicos de universidades en ambos lados del Atlántico con empresas vinculadas a Israel son múltiples. Por ejemplo, Caterpillar o Rolls-Royce, cuya maquinaria y vehículos usa el ejército israelí en los territorios palestinos ocupados, cooperan con las universidades Columbia y Cambridge, respectivamente. En Oxford, los manifestantes critican los vínculos de la institución con el banco Barclays, al que acusan de brindar servicios financieros a compañías de defensa que suministran equipos a Israel en su ofensiva sobre Gaza, la cual ya ha dejado cerca de 35.000 muertos.
Las fuerzas antidisturbios también se han hecho presentes en instituciones como Science Po, en París; la Universidad Libre de Berlín, en Alemania, o la Universidad de Ámsterdam, en Países Bajos. Esta última mantiene cerrados todos sus edificios hasta el domingo tras la espiral de violencia de los últimos días, que se saldó con una treintena de detenidos. La ONG Amnistía Internacional ha pedido una evaluación de la acción policial, pues considera que los agentes “no distinguieron lo bastante entre los acampados que eran pacíficos y el grupo violento”.
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